“Dar respuestas viejas a situaciones nuevas, eso es NEUROSIS!”.
Fritz Perls
11 de agosto de 1997, mi primer día de clases como maestro de preparatoria, mi primer grupo de alumnos y entre ellos, tres hermanos menores de amigos míos que me constataban la justa medida de mis años. A los tres los había visto caminando en pañales y biberón en boca, a los tres los había visto crecer desde el kinder y los había dejado de ver por un tiempo; a los tres los tenía frente a mí sin reconocerlos mas que por los nombres y apellidos que coincidían con aquellos que recordaba como parte de mis días diez años atrás.
Ese día y por primera vez me asumí viejo sin sentirlo y en el momento que terminé de pasar lista, una alumna entró al salón en intempestiva, derrapó a dos pasos de mi escritorio y golpeándome la nariz con el ventarrón de “Victoria´s Secret” que como aura la envolvía, agitada y con la respiración entre cortada me pide: - “Profe, profe, por favor quíteme la falda”. - ¿Perdón?, - pregunté enrojecido de sorpresa y pena, - la falta profe… quíteme la falta… - toma asiento - atiné decir mientras pensaba con temor: sospecho que el semestre va a estar largo, apenas tengo 15 minutos de clase y ya me siento en desventaja. Hace un segundo escuché perfectamente “falda” en vez de falta y lo peor es que estoy seguro que los chavos se dieron cuenta. La chava tomó su asiento y se empezó a escuchar un solo zumbido en todo el salón. El zumbido era producido por todos ellos que me miraban fijamente, con los ojos chispeantes y los labios sellados con una sonrisa maliciosa. - ¿Eres tú? - le pregunté a uno, - claro que no profe, - ¿tú?, - me fui con otro, - ¡no profe!… entonces empecé a reir, no tuve mas remedio que rendirme a una loca risa de impotencia y ellos también rieron conmigo. Era nuestra primer clase y estábamos carcajeando como amigos de toda la vida. Me confesaron que la treta de la “falda - falta” se la practicaban a los maestros que sabían novatos y para ello se prestaba la escultura del salón. Se apiadaron en darme explicaciones porque me habían visto auténtico con ellos y creo que llevaré conmigo todos sus rostros hasta que me traguen los gusanos.
Desde entonces procuro dar clases un semestre al año. He dado clases tanto en escuelas particulares como de gobierno. He dado clases en diferentes preparatorias y diferentes universidades. Comentaba esto mismo en uno de los martes de Sobremesa Café y una amiga lectora que no ha fallado desde Octubre a ninguna de nuestras citas semanales en el Bistro, confesó también una anécdota de maestra recorrida, un poco más subida de tono con respecto a los chavos. Sucedió que al estar entrando a su salón de clases escuchó una conversación de tres jovencitas no mayores de 16 años y en donde dos de ellas le alababan una bolsa “original” de marca “COACH” que se había comprado en LAS VEGAS el fin de semana, - ¿y cuanto te costó wey?, o sea, mínimo unos 450 dólares, - para nada, - les contestó la otra, - esta bolsa es de madera, - ¿de madera?, - Si wey, me costó tres “palitos” en el fin de semana en LAS VEGAS con un “amigo”… y todos nos quedamos en shock. Ese día la Sobremesa Café estaba nutrida y les conté algo que no me había atrevido a comentar y que estoy a punto de escribir.
En uno de los semestres en los que me encontraba dando clases en una preparatoria, un día que llegué mas temprano que de costumbre, el maestro de la clase anterior no había llegado, se encontraban casi todos los alumnos en los pasillos y fuera del salón. Hacía calor y me dispuse a entrar al aire acondicionado del aula. Los alumnos trataron de entretenerme: - profe, profe, ¿trae las calificaciones?, profe, profe, ¿qué rollo, se fuma un cigarrito con nosotros?, - no chavos, los espero en el salón, - profe, profe, ¿qué me saqué en el examen?, - los espero en el salón, repetí. Abro la puerta y… no estaba preparado para la escena que tenía a unos metros frente a mi: una chava no mayor de 15 años con su rostro cubierto por la blusa del uniforme y sus pechos al aire mientras uno de sus compañeros varón y de la misma edad alternaba su amamantamiento de izquierda a derecha con una maestría de película mientras un tercero, efectivamente, se encontraba filmando la escena con un teléfono celular. -¿qué pasó chavos?, pregunté, - Ay!… Ay!… no se agüite profe, no se agüite, estamos agarrando cura, - ¿agarrando cura?. - No lo podía creer. Agarrando cura, apenas pude llegar a mi escritorio arrastrando los pies de desconsuelo e incomprensión absoluta de lo que estaba viendo. - ¿cómo agarrando cura?, - si profe, lo que pasa es que estamos agarrando cura porque lo vamos a subir al internet, - ¿al internet?, - ¿nos va a reportar?, - no sé, - les dije. Estamos en exámenes, si los reporto los expulsan, si los expulsan van a reprobar varias materias y lo peor es que de una u otra manera, ustedes no van a dejar de “agarrar cura”. La neta plebes, me siento bien confundido y en parte hasta les tengo envidia. Cuando yo estaba en la prepa no había internet, grabaciones de video con celular y mucho menos, “agarrábamos cura” de esa manera. Siendo estrictos YO DEBO reportarlos y por otro lado quiero comprende que rollo con ustedes. Fácilmente puedo darme cuenta que fui educado para una generación que ya no existe, -jajaja…. el profe… se aploma, profe, si no se agüita, le enseñamos unos videos mas perrones que traemos en el celular, y en diez minutos viví una travesía generacional. Los jóvenes se juntan de a cuatro o seis para encerrarse en un motel un buen domingo de tareas y trabajos escolares. Se dividen los gastos y les sale mas barato “agarrar cura” todos contra todos. Suelen llevar cerveza o drogas y se graban con sus propios celulares. De alguna manera su diversión es un poco distinta a la nuestra generación.
Todo esto me deja pensando en la importancia de la actualización. Simplemente el antivirus de la computadora, si no lo actualizo, no estoy en condiciones de enfrentar los nuevos desafíos que se pueden presentar. Así también, si no actualizo mi manera de pensar y actuar, si no observo de cerca a los jóvenes de hoy y sus formas de “agarrar cura”, sencillamente estaré fuera de la jugada. Puedo renegar de que existe una pérdida de VALORES, puedo pegar el grito en el cielo, pero eso no cambia las cosas y mucho menos, creo que ni siquiera se trata de perdida de VALORES. Creo que no se puede perder lo que nunca se ha tenido. Creo que ellos nunca han compartido nuestros VALORES, es decir, sencillamente han vivido otros.
¿A poco no esta para pensarse?
Con Dios y contigo: yosoy@gnozin.com