domingo, febrero 03, 2008

ACTUALIZACIÓN

Dar respuestas viejas a situaciones nuevas, eso es NEUROSIS!”.

Fritz Perls

11 de agosto de 1997, mi primer día de clases como maestro de preparatoria, mi primer grupo de alumnos y entre ellos, tres hermanos menores de amigos míos que me constataban la justa medida de mis años. A los tres los había visto caminando en pañales y biberón en boca, a los tres los había visto crecer desde el kinder y los había dejado de ver por un tiempo; a los tres los tenía frente a mí sin reconocerlos mas que por los nombres y apellidos que coincidían con aquellos que recordaba como parte de mis días diez años atrás.

Ese día y por primera vez me asumí viejo sin sentirlo y en el momento que terminé de pasar lista, una alumna entró al salón en intempestiva, derrapó a dos pasos de mi escritorio y golpeándome la nariz con el ventarrón de “Victoria´s Secret” que como aura la envolvía, agitada y con la respiración entre cortada me pide: - “Profe, profe, por favor quíteme la falda”. - ¿Perdón?, - pregunté enrojecido de sorpresa y pena, - la falta profe… quíteme la falta… - toma asiento - atiné decir mientras pensaba con temor: sospecho que el semestre va a estar largo, apenas tengo 15 minutos de clase y ya me siento en desventaja. Hace un segundo escuché perfectamente “falda” en vez de falta y lo peor es que estoy seguro que los chavos se dieron cuenta. La chava tomó su asiento y se empezó a escuchar un solo zumbido en todo el salón. El zumbido era producido por todos ellos que me miraban fijamente, con los ojos chispeantes y los labios sellados con una sonrisa maliciosa. - ¿Eres tú? - le pregunté a uno, - claro que no profe, - ¿tú?, - me fui con  otro, - ¡no profe!… entonces empecé a reir, no tuve mas remedio que rendirme a una loca risa de impotencia y ellos también rieron conmigo. Era nuestra primer clase y estábamos carcajeando como amigos de toda la vida. Me confesaron que la treta de la “falda - falta” se la practicaban a los maestros que sabían novatos y para ello se prestaba la escultura del salón. Se apiadaron en darme explicaciones porque me habían visto auténtico con ellos y creo que llevaré conmigo todos sus rostros hasta que me traguen los gusanos.

Desde entonces procuro dar clases un semestre al año. He dado clases tanto en escuelas particulares como de gobierno. He dado clases en diferentes preparatorias y diferentes universidades. Comentaba esto mismo en uno de los martes de Sobremesa Café y una amiga lectora que no ha fallado desde Octubre a ninguna de nuestras citas semanales en el Bistro, confesó también una anécdota de maestra recorrida, un poco más subida de tono con respecto a los chavos. Sucedió que al estar entrando a su salón de clases escuchó una conversación de tres jovencitas no mayores de 16 años y en donde dos de ellas le alababan una bolsa “original” de marca “COACH” que se había comprado en LAS VEGAS el fin de semana, - ¿y cuanto te costó wey?, o sea, mínimo unos 450 dólares, - para nada, - les contestó la otra, - esta bolsa es de madera, - ¿de madera?, - Si wey, me costó tres “palitos” en el fin de semana en LAS VEGAS con un “amigo”… y todos nos quedamos en shock. Ese día la Sobremesa Café estaba nutrida y les conté algo que no me había atrevido a comentar y que estoy a punto de escribir.

En uno de los semestres en los que me encontraba dando clases en una preparatoria, un día que llegué mas temprano que de costumbre, el maestro de la clase anterior no había llegado, se encontraban casi todos los alumnos en los pasillos y fuera del salón. Hacía calor y me dispuse a entrar al aire acondicionado del aula. Los alumnos trataron de entretenerme: - profe, profe, ¿trae las calificaciones?, profe, profe, ¿qué rollo, se fuma un cigarrito con nosotros?, - no chavos, los espero en el salón, - profe, profe, ¿qué me saqué en el examen?, - los espero en el salón, repetí. Abro la puerta y… no estaba preparado para la escena que tenía a unos metros frente a mi: una chava no mayor de 15 años con su rostro cubierto por la blusa del uniforme y sus pechos al aire mientras uno de sus compañeros varón y de la misma edad alternaba su amamantamiento de izquierda a derecha con una maestría de película mientras un tercero, efectivamente, se encontraba filmando la escena con un teléfono celular. -¿qué pasó chavos?, pregunté, - Ay!… Ay!… no se agüite profe, no se agüite, estamos agarrando cura, - ¿agarrando cura?. - No lo podía creer. Agarrando cura, apenas pude llegar a mi escritorio arrastrando los pies de desconsuelo e incomprensión absoluta de lo que estaba viendo. - ¿cómo agarrando cura?, - si profe, lo que pasa es que estamos agarrando cura porque lo vamos a subir al internet, - ¿al internet?, - ¿nos va a reportar?, - no sé, - les dije. Estamos en exámenes, si los reporto los expulsan, si los expulsan van a reprobar varias materias y lo peor es que de una u otra manera, ustedes no van a dejar de “agarrar cura”. La neta plebes, me siento bien confundido y en parte hasta les tengo envidia. Cuando yo estaba en la prepa no había internet, grabaciones de video con celular y mucho menos, “agarrábamos cura” de esa manera. Siendo estrictos YO DEBO reportarlos y por otro lado quiero comprende que rollo con ustedes. Fácilmente puedo darme cuenta que fui educado para una generación que ya no existe, -jajaja…. el profe… se aploma, profe, si no se agüita, le enseñamos unos videos mas perrones que traemos en el celular, y en diez minutos viví una travesía generacional. Los jóvenes se juntan de a cuatro o seis para encerrarse en un motel un buen domingo de tareas y trabajos escolares. Se dividen los gastos y les sale mas barato “agarrar cura” todos contra todos. Suelen llevar cerveza o drogas y se graban con sus propios celulares. De alguna manera su diversión es un poco distinta a la nuestra generación.

Todo esto me deja pensando en la importancia de la actualización. Simplemente el antivirus de la computadora, si no lo actualizo, no estoy en condiciones de enfrentar los nuevos desafíos que se pueden presentar. Así también, si no actualizo mi manera de pensar y actuar, si no observo de cerca a los jóvenes de hoy y sus formas de “agarrar cura”, sencillamente estaré fuera de la jugada. Puedo renegar de que existe una pérdida de VALORES, puedo pegar el grito en el cielo, pero eso no cambia las cosas y mucho menos, creo que ni siquiera se trata de perdida de VALORES. Creo que no se puede perder lo que nunca se ha tenido. Creo que ellos nunca han compartido nuestros VALORES, es decir, sencillamente han vivido otros.
¿A poco no esta para pensarse?

Con Dios y contigo: yosoy@gnozin.com

domingo, enero 20, 2008

LA COBIJITA

“Tu ´tas mien monito”.
Nikitis (3 años).

Existe una larga historia entre mi sobrino Manuel, una cobijita que me regaló Nora Patricia (mi prometida) y yo. Al llegar de su luna de miel, mi hermana Liétay fue a la casa de mis padres para hacerse de algunas cosas que precisaría en su nuevo hogar. Así fue como se fue mi cobertorcito regalado: entre sábanas, almohadas y cobijas de “la casa”. No volví a saber nada de la frazada hasta año y medio después, cuando mi hermana se encontraba embarazada de Manuel, estaba de moda el primer Big Brother y Nora Patricia y yo decidimos matar uno de esos domingos en la casa de Liétay viendo con ella dicho programa. Sepultados bajo sábanas, estábamos enroscados por el frío en una inmensa cama, comiendo botana y alimentando nuestro voyerismo con los cautivos en pantalla. En una de esas, comerciales seguramente, se levanta mi hermana para ir a la cocina y al acomodarse de regreso algo se hizo evidente: la cobijita con la que se tapaba la pelota de embaraza era mi frazada extraviada; inmediatamente hice la referencia y ella sacó un as bajo la panza: -”No te la puedo regresar porque le gusta mucho al Manuelito”, - señalándose el ombligo con su propio índice.
El niño nació y desde entonces ha dormido con mi cobijita. Desde que tiene uso de razón lo he atormentado con que es mía y que algún día me la habrá de regresar. Hace dos años estuvimos muy cerca de ese trámite. En un instante de rebosante cariño por el tío Manuel decidió regresármela. Era domingo y nos encontrábamos desayunando en un restaurante, el niño se armó de valor y le preguntó a su mamá por la cobija porque se la iba a regresar a su tío. Mi hermana no lo podía creer y en tono amenazante le preguntó a Manuel: -”Estas seguro que le quieres regresar a tu tío Gnozin la cobijita Manuel”; si!, contestó valientemente. Ella fue al carro por la cobija de la discordia, se la entrego a el niño sin doblar, él generosamente me la extendió con franca sonrisa y yo hice un escándalo de alegría por recibir mi tesoro perdido. Le di las gracias con mucha parsimonia, lo abracé y lo besé, le dije que estaba muy contentó y orgulloso de él porque finalmente me la había regresado y le pedí que me ayudara a doblarla para guardarla conmigo porque ya me iba a quedar con ella. Mientras la doblábamos, él todavía no caía en cuenta de lo que todo eso significaba y en el último dobles le dije: - “Ahora si Manuel, ya podemos decir que la cobija es mía y está de nuevo conmigo”.
Su rostro se desfiguró. Jamás había visto en cámara lenta la transformación del gesto de entusiasmo del amor al mas recalcitrante de los duelos. Al comprender lo que estaba pasando, volteó a ver a su mamá con un dolor y desamparo pero ella no se dejó ablandar, fue enérgica para darle una lección recordándole: - “Yo te pregunté que si estabas seguro Manuel y tu me dijiste que sí”, - el niño regresa de nuevo hacia mi y encontró mis brazos abiertos con los ojos a punto de reventar. Lloramos juntos: el por la pérdida e inmediata recuperación, mientras yo por rescatar un poco la inocente transparencia de niño que alguna vez tuve y que mi padre a veces se duele preguntándome por él: - “¿en donde quedó el niño aquel de mirada fascinada?... si me dan a escoger - me dice - por mucho prefiero al niño. - Desde luego que guardo silencio y añoro más que él al mismo niño, nunca he sabido que decirle. Soy yo quien mas lo extraña y necesito rescatarlo para cuidarlo si no, temo que nos hundamos los dos.
Este domingo 20 de enero Nikitis cuidó de “mi niño” como TODO UN GRANDE. Siendo el hermano chico de Manuel ha crecido como testigo silencioso de nuestro pleito por la cobija. Nunca antes había intervenido, y de hecho no lo hizo de manera directa sino a posteriori. Estábamos discutiendo por la cobija Manuel y yo hasta que remató diciéndome que no me quería. - ¿“No me quieres Manuel?” - ¡No!, me decía. Repetimos el ejercicio varias veces y luego nos ignoramos, el para ver “Plaza Sésamo” y yo para quedarme quieto. Ahí llego Nikitis para abrazarme, para decirme que me quiere mucho, que su cobija es mía y de él. Que es cierto que Manuel había dicho no quererme pero que él estaba ahí para quererme.
Tío Gnozin... yo te quiero mucho me decía. Esta cobija es tuya y es mía repetía. Me lo dijo tantas veces y con tanta persistencia que me tenía derretido. Nikitis había visto como su hermano me dio la espalda y él decidió CUIDARME. No quería que por ningún momento me sintiera menos querido. Me abrazaba, me besaba y me decía cuanto me quiere. Ponía su cobija en amorosa ofrenda y remataba jugando con mi rostro y diciendo: - “Tu ´tas mien monito”.
Existe una sabiduría infantil que por las prisas a veces ignoro. Por andar tras “el pan”, olvido lo esencial. De repente mi brújula apunta hacia el norte del exterior y deja de orientarme hacia el corazón. Creo que nacemos para amar y ser amados. Para vivir en el amor declarándolo y expresándolo con quienes lo experimentamos. Si no lo hacemos así, el momento se nos va y podemos perder la oportunidad de hacerlo para siempre.
Con Dios y contigo: yosoy@gnozin.com

viernes, enero 18, 2008

80´s

“No voy en tren, voy en avión”
Charly García (1987).

Jamás sospeché que esa llamada telefónica pondría en marcha un movimiento social que en su momento no logró capitalizarse como se pudo. Solo para pasar el rato, mi primo Jesús Alberto, que vive en Los Angeles, California y que estaba de vacaciones, quiso hablar a la estación de radio del programa que en ese momento estábamos escuchando. Se trataba de un formato particular llamado “LA HORA DEL COTORREO”. Su programación era en la 1260 de amplitud modulada (AM), con formato diario de 10:00 p.m. a 1:30 a.m. y su locutor se llamaba Francisco Montijo. La dinámica del programa consistía en llamarle al locutor para pedirle una canción que él te complacía (se le llama COMPLACENCIAS). En ese entonces no había tal cosa como formatos digitales como Mp3, iPod, etc. La música estaba almacenada en discos de vinil y cassetes, mientras que los comerciales eran grabados en cartuchos TRACKS. El locutor tenía a su disposición jabas de plástico duro distribuidas por el piso clasificadas por géneros. El radioescucha llamaba al programa para solicitar su canción, el locutor la buscaba y después la ponía, sin embargo el proceso de búsqueda no era instantáneo; ahí es donde radicaba la esencia y gracia de Montijo. Mientas encontraba la canción solicitada, el locutor le sacaba plática a quien le llamaba. Te hacía preguntas y formaba un “cotorreo” improvisado al aire. Podías mandar saludos y dedicar la canción que solicitabas, a veces te pedía que se la cantaras o tararearas para hacer tiempo y al encontrarla fingir recordarla y anunciarla: -”Ahora si... con ustedes... el nombre de la canción de fulanito de tal. Entonces Jesús Alberto llamó y pidió una canción dedicándosela a su primito chulo que ya estaba roncando, el locutor le festejó recomendándole que me despertara para anunciar la canción: -”Y ahora con ustedes, de parte de Jesus Alberto para su primo chulo, MECANO con AY QUE PESADO.”
Mas tarde llamé al programa, me preguntó el nombre y Montijo dijo: ¿TU ERES EL PRIMO CHULO?, así es, le dije, chulo con “h”, entonces el locutor soltó una carcajada e iniciamos una conversación que duró mas de media hora. Platicamos de tonterías y actualidades del momento, estaba de moda la novela de “quinceañera” de con Adela Noriega (Maricruz), Thalía (Beatriz), Ernesto Laguardia (Pancho) y Sebastián Ligarde (Memo con su inolvidable lema: “sereno moreno”), entre otros; de hecho, mas tarde llamó una chava de todos los días que se hacía llamar Maricruz y el locutor platicaba con ella como si auténticamente ella fuera la protagonista y en el momento que le preguntó que si quería saludar a alguien ella dijo con cierta picardía: “quiero mandarle saludos al primito chulo de la voz encantadora” y Montijo remató: ahí lo tienes Gnozin!, saludos para el primo chulo de la voz encantadora. No lo podía creer, ¿en qué momento mi voz se había vuelo encantadora?, con catorce años y todos los complejos de la edad no podía mas que festejar con Jesús Alberto lo insólito del evento. Después llamo Héctor Manuel “EL PATO”, este chavo trabajaba en el Kentucky Fried Chicken que estaba a la salida norte por el Boulevard Leyva Solano, era el cocinero y supongo que sus noches solitarias en entre las alitas, las pechugas y el aceite requemado el buscaba matar sus veladas escuchando el radio y su gracia era hacer la voz del PATO DONALD. Debió de haber estado escrito en alguna estrella que esa noche yo recibiría muchos saludos porque hasta “EL PATO” me consideró. Yo tomé nota de todos ellos y al siguiente día agradecí correspondiendo las deferencias. A partir de ahí se multiplicaron los saludos y día a día los radioescuchas se tornaron más participativos. En un par de semanas las líneas se la pasaron saturadas, yo me convertí en la “voz encantadora” del programa y Francisco Montijo me llamaba a mi casa todos los días a las 10:30 pm porque era imposible que entraran las llamadas. Hacíamos derroche de encanto y gracia comentando superficialidades e intercambiando puntos de vista acerca de las cosas y la vida. Charlabamos al aire durante media hora como amigos de toda la vida y un día, compartiendo micrófono con Manuel Castaños, que en aquellos entonces también era locutor y propietario de las TORTAS EL PERIQUITO LUCAS, que hacía buena mancuerna conmigo como “Biruta y Capulina”. Surgieron personajes y bandas. El Chafal, El llanero solitario, los de la combi amarilla, El Michael Jackson, EL PATO, etc. Hubo hasta un Gnozin II y Gnozin III. Muchas jovencitas iban al colegio a conocerme y pedirme autógrafo a la hora del recreo, encontraban la manera de burlar la vigilancia de las monjas con tal de entrar y mis compañeras del salón les gritaban groserías. Los Toreros Muertos estaban de moda con “YO NO ME LLAMO JAVIER”, Laureano Brizuelas fue encarcelado por evasión de impuestos, entre FLANS y LUIS MIGUEL habían impusieron una moda de greñas paradas y que después “EL SOL” causó furor entre sus FANS el día que se cortó su desparpajada melena para el vídeo de LA INCONDICIONAL caracterizando a un piloto del ejército. Alaska y Dinamarca tronaban a todo volumen con “A QUIEN LE IMPORTA” que años después se convertiría en un himno GAY cantado por Thalía. Venni Vidi Vichi marcó época porque SIEMPRE ESTABAN VIVIENDO DE NOCHE. Fue la época en la que Yuri se hizo cristiana junto con Nelson Ned.
El programa de radio tuvo tal auge que abrieron HORA DEL COTORREO mañana, tarde y noche. Hubo dos fiestas masivas en el Parque Revolución y un desfile de carros con mantas, letreros y pancartas por la Obregón, el Malecón y calles principales. Fue todo un fenómeno social realmente desperdiciado. Yo estuve en medio de todo eso pero con mis catorce años no sabía nada. Ahora veo que hasta el ayuntamiento de la ciudad pudo haber aprovechado esa colectividad como plataforma de promoción por lo menos para darle fuerza a ese programa de limpieza de Culiacán que se llamó ATINALE y que no floreció más allá del primer cuadro de la ciudad. ¿Porqué será que todos los presidentes municipales siempre han querido hacer todo en el primer cuadro de la ciudad?.
Mi padre siempre me ha dicho que yo tengo “cierta onda” con las comunicaciones más yo la única certeza que tengo es que lo disfruto. Yo creo que ya estoy envejeciendo porque pienso que fueron buenos tiempos los 80´s de la misma manera que en aquellos días escuchaba a “los viejos” suspirar por los 60´s.
Con Dios y contigo: yosoy@gnozin.com

ESTAFETA

“Ay que cacarear el huevo”
Mamá Gallina

Todo empezó en la casa de mis padres cuando hicimos el brindis de fin de año los principales colaboradores del suplemento TU CASA y el equipo editorial. Blanca Rosa (directora), Miriam Noriega, Liétay Navarro, etc.
A pesar de todas las contingencias que el azar nos proporcionó esa noche y que pudieron haber afectado en definitiva la calidad de nuestra velada, el saldo final estuvo exquisito. Rafael Hernández tuvo a bien en patrocinar el vino y las copas apropiadas para la ocasión: BRINDIS OFICIAL PARA DESPEDIR EL AÑO CON EL CORAZÓN REBOSANTE DE GRATITUD HACIA NUESTRA CASA EDITORIAL Y NUESTROS LECTORES. Hubo diversión, alegría, entusiasmo, jovialidad, frescura y sobre todo, fascinación a la hora de las fotos. Resulta que entre cada click de cámara y alzamiento las copas, Rafael nos explicaba el “teje y maneje” de su mundo: la forma y estatura de la copa, la manera apropiada de sostenerla, los efectos visuales que el buen vino tinto produce al bailar en sus propias mareas cuando lo agitamos en círculo. Las lágrimas del vino, sus piernas, los grados de alcohol y todo lo demás. Nos tenía boquiabiertos de asombro con su elegancia de modelo GQ y labia de profeta. En una sesión de fotos, y en medio de las poses; nos regaló una cátedra de su especialidad con un profesionalismo y dominio sommeliere sin igual. Su pasión por la materia, su evidente bonhomía en combinación con la bebida, permitieron el desarrollo de una atmósfera tan gentil, que me atreví a pedirle una plática de su disciplina dedicada especialmente para los lectores de esta Sobremesa en mudanza y para los asiduos parroquianos de Sobremesa Café. Rafael Hernández accedió de inmediato y se ofreció a poner los vinos para la cata de esa noche, fue tanto su entusiasmo por compartir que también llevará proyector para la presentación, computadora, copas y todo el “numerito” para hacer una charla teórico - práctica en vinos de diferentes tipos: que si este vino va de acuerdo a esta ocasión, que si este otro se combina bien con este tipo de quesos y alimentos, tales copas con tales tipos, etc., solo nos faltaba un detalle por considerar: ¿Rafael Jiménez, propietario del Bistro Miró, accederá a todo esto?. Pues ¡sí!. En el instante que le comenté el experimento, abrazó la idea con la misma apertura que le ha dado a nuestras Sobremesa Café de todos los martes.
Así es como un Rafael pondrá los vinos de esa noche mientras que otro los bocadillos. La invitación esta abierta, no necesitas confirmar y es completamente gratis: UN CURSO TALLER DE VINOS Y REGLAS DE ETIQUETA el día Martes 22 de enero en el Bistro Miró a las 7:00 p.m.
En Octubre nos reunimos alrededor de 60 personas para celebrar el primer aniversario de esta columna y ahora también tenemos una celebración similar: EL PASE DE ESTAFETA. Formalizaremos el traspaso de esta columna, que con tan buena estrella nació en este suplemento, a la sección GENTE para los días martes. Blanca Rosa le hará entrega y encomienda a Mayra Hinojos de este escritor en ciernes; así Blanca Rosa y yo nos despediremos con estilo: brindaremos por los buenos tiempos, nos prometeremos seguir en contacto y nos agradeceremos las mutuas simpatías y cortesías. Cada quien padecerá su duelo con clase: sin hacer gestos ni dárselo a saber o notar al otro con tal de no incomodarlo. Nos tomaremos fotos y sonreiremos. Habrá reporteros y amigos lectores proporcionando sus puntos de opinión; Mayra me dará la bienvenida a su SECCION y yo me sentiré en plena graduación e intentaré decir: “- Hay etapas, en la vida de cada hombre, que habrá de ir cerrando con tal de ir madurando... esta noche, se cierra un ciclo mas en mi vida de escritor...” - lo diré como si supiera de lo que hablo y quienes me conocen sabrán que por dentro tiemblo. Pasaremos una hermosa velada y de buena voluntad. Rafael Hernández nos hechizará con su maestría en vinos y su prestancia. Al llegar a casa, cada cual podrá acomodar su cabeza en la almohada, con la sensación de que por momentos como los recién vividos, vale la pena ceñirse a disciplinas y rutinas, nos sentiremos tan bien, que la sobremesa se hará sobrecama...
¿Demasiado utópico?, ¿soñador?... ¡Desde luego!. Esta experiencia se ha estado creado desde el día del brindis, desde que lo vi en mente y me dije: ¡SI!, se fortaleció cuando lo socialice con Rafael Hernández y dijo: ¡SI!, se hizo mas real cuando Rafael Jiménez dijo: ¡SI!, nos acercamos a dos días de vivirlo cuando Blanca Rosa dijo: ¡SI! y lo gozaremos cuando llegues puntualmente al Bistro Miró y digas: ¡SI!.
Te esperamos con los brazos abiertos.
Con Dios y contigo: yosoy@gnozin.com

LLANTO

“El alma descansa cuando echa sus lágrimas; y el dolor se satisface con su llanto.”
Ovidio
¡Lo voy a hacer!, pensé; y ese día lo hice. Se trataba de un experimento con el que quería validar una de mis cavilaciones. A fuerza de estar en contacto con tantos grupos en tantas partes había llegado a sospechar que la mayoría de los seres humanos estamos a una pregunta de llorar, entonces le pedí al grupo de estudiantes que tenia enfrente que nos sentáramos en el piso haciendo un círculo; y al estar encontrando mi mejor acomodo sobre el suelo y sin tener una clara idea de como lo haría, me atravesó un recuerdo como un rayo en medio de una tormenta eléctrica.
Vivía en Guadalajara estudiando psicología y tenía por rutina visitar la librería Gandhi todos los miércoles y sábados. Como cualquier otro lugar, la librería Gandhi tiene sus parroquianos con su propios hábitos y así como yo, había otros extraños con quienes coincidía todos los miércoles. Entre ellos se encontraba un viejito a quien había aprendido a leerle sus estados de ánimo por la marca de su ceño y el tono con el que le hablaba a su joven secretario que le alcanzaba de los estantes los libros en lo alto y los apilaba en un diablito que tenía un soporte vertical en ángulo de 90 grados para embonar los libros hacia arriba. Si andaba “de buenas” me atrevía a saludarlo y en un par de ocasiones agotamos nuestras tardes platicando de libros, películas y música. El viejito sabía carcajear con la misma intensidad desparpajada que con la que contraía su rostro cuando andaba “de malas”. Me miraba de lado, con un ojo gacho y la sonrisa torcida porque la mitad de la boca obedecía mas a “la gravedad” que a su voluntad. Cuando reía hasta las lágrimas con alguna de mis ocurrencias, se me colgaba del hombro y soltaba el bastón que su secretario se apresuraba rescatar. Intuía que era un viejón muy respetado tanto por el temor y las reverencias con las que lo atendían, como porque nunca lo vi pagar un libro. No sabía su nombre y él tampoco el mío. Jamás le pregunte por su oficio, de hecho, nunca le hice preguntas personales porque su presencia me imponía cierto respeto que adivinaba podía tomarlo como un desacato no reconocerlo, en cambio él, si me hizo muchas preguntas y alguna vez se atrevió a darme consejos y sugerencias.
Ese día, desde que lo vi entrar, supe que no habría ni saludo lejano con la mirada y me sumí en lo mío. Pasaron algunos 45 minutos sin señales de reconocimiento pese habernos estorbado entre los estantes y pasillos, entonces una señora con escandalosos, artificiales y dulzones tonos de adulación saludó al viejón con gritos de fingido asombro por haberlo visto: “- Seeeeññorrr Juan Joooosé Arrrrrreoooola... Cómo eeessta usssted?... - Juan José Arreola pensé, de manera que todo este tiempo he platicado con Juan José Arreola sin saberlo; y tuve que hacer mi sorpresa a un lado por la expectativa de lo que él le contestaría. Ya lo había visto yo maltratar empleados en sus días de lunas pero jamás había visto que alguien se atreviese abordarlo con tanto exhibicionismo. - Si me aguanta usted unos cuarenta minutos, le puedo decir cómo estoy (entre mordidas contestó). - Que bromista es usted señor Arreola. - No estoy bromeado señora, la pregunta que usted me esta haciendo es una pregunta muy seria, y sospecho que no le interesa, sin embargo, si me aguanta unos cuarenta minutos yo le puedo decir con precisión COMO ESTOY (volvió a rugir). - Ay pues... que tenga un bonito día señor Arreola.
Mientras la señora desaparecía en el horizonte de los libros me quedé pensando en las pantallas que socialmente empleamos para no dejarnos afectar. Esta idea brincó 12 años hasta el aula con mis alumnos en círculo y pregunté hacia mi derecha mirando fijamente a los ojos a la alumna: ¿cómo estas?. Bien me dijo. No, no... te lo estoy preguntando en serio: ¿cómo estas?, sin máscaras... de verdad, ¿cómo estas?. Pues bien Gnozin. y sin inmutarme volví a preguntar: ¿Cómo estas?. La muchachita explotó: estaba angustiada, temerosa, desvelada, con presiones económicas, había tenido pésimo sexo la noche anterior al grado de pleito con su novio, tenía franco retraso en su periodo y a sus 18 años, vivía sola porque se había salido del rancho que la vio nacer, en pos del estudio y del progreso. Uno a uno fui avanzando entre los estudiantes y todo el grupo lloró a coro por contagio: acaban de machucar a mi perrita, dijo una; mis papas se están divorciando, dijo otra; mi mejor amiga ya no me habla, reprobé tres materias, me corrieron del trabajo, etc. etc. etc. Cada uno con suficiente dolor que nos ahogó en un llanto resolutorio y despejó nuestros corazones.
He repetido este ejercicio tantas veces con resultados tan similares, que me atrevo a asegurar que todos necesitamos cierta cuota de llanto regular para poder liberar toxinas emocionales. Creo que solo podemos sobrevivir a base del intercambio tanto en el nivel físico, mental y emocional. Si no hay intercambio a nivel físico perecemos, a nivel mental enloquecemos y a nivel emocional nos intoxicamos en nuestros propios humores.
Por ahí hay un libro de Robert Fisher que se llama “El caballero de la armadura oxidada” en Editorial Obelisco. En ese cuento el autor explica este punto con una elegancia y clase inmejorables, pone en evidencia la coraza emocional con la que crustáceamente nos protegemos del dolor y de como esta misma “armadura” nos limita para establecer contacto con otros seres humanos. Creo que es mejor no privarte de su riqueza y así, si llegar a leerlo, saques tus propias conclusiones.
Quedo a la espera de tus comentarios y te dejo con una última pregunta: ¿Cómo estas?.
Con Dios y contigo: yosoy@gnozin.com

martes, enero 15, 2008

MUDANZA

“... también me dijo un arriero, que no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar”.
José Alfredo Jiménez.

Tuvo que pasar mas allá del mes y medio para que destapara la primera de las cajas llenas de “tiliches”. Yo las visitaba una o dos veces por semana. Ellas ya vivían en Guadalajara antes de que yo llegara. Eran dos hermanas a las que se les había abonado una amiga de la infancia y las tres, residían en un departamento de estudiantes foráneas en la Perla Tapatía. Yo ya las conocía porque eran íntimas amigas de mi hermana Liétay y a fuerza de visitas regulares, fui desarrollando una hermosa amistad con ellas, al tiempo que también fui conociendo a otras de sus amistades con quienes compartía el mismo terruño y la misma cuna: Culiacán, Sinaloa.
Así apareció “la socia”. Un buen día llegue al departamento de ellas y se encontraba un culichi que no veía desde hacia quince años y con quien en una ocasión, en segundo de primaria, me peleé haciendo cola en la fila de “la tiendita” del Colegio; él estaba recostado en el sillón de la sala, con uniforme de futbol y evidentes señas de que había jugado, con la cabeza en los muslos de “la socia” mientras ella le limpiaba la espuma de rasurar con una navaja de peluquero. Yo lo miré con envidia y oscuros deseos de que a ella se le deslizara la hoja metálica sobre la yugular. Salude sin entusiasmo y pregunte por mis amigas que acababan de salir instantes antes de que yo llegara. “¿A poco no las viste en la banqueta?”, preguntó “la socia”. No, le dije. Bueno, muchas gracias, ahí nos vemos. Hey Gnozin, ¡espérate!, ¡ahorita vienen!, fueron a rentar unas películas y recoger la pizza, ¿porqué no te quedas?... jamás me arrepentiré de haberme quedado.
Posteriormente mis amigas le pidieron a “la socia” que se fuera a vivir con ellas. “La socia” vivía sola y por alguna razón prefería conservar con cierto celo su propio espacio a pesar de que pasara la mayor parte de sus tarde en el departamento de ellas. Fue cuestión de tiempo para que la convencieran. Yo me enteré cuando tuve que hacer un grande esfuerzo para abrir la puerta a causa de una cajas y maletas que estorbaban para pasar. Ella estaba en plena migración y había traído consigo un departamento completo empacado en bultos de todos los tamaños y tipos.
Así pasaron las semanas y “la socia” todavía no levantaba uno de los tantos escombros que su mudanza había dejado esparcidos por todo el departamento. Cada área estaba sitiada con señales de su llegada. Todo eso causaba una muda tensión entre las antiguas inquilinas que conocían al dedillo las reglas de “la casa” pero ninguna fue lo suficientemente claridosa como para hacérselo saber. Llegaron hasta evitar estar en su propio hogar con tal de no ver el muladar que las ahogaba. Cierto fin de semana se organizaron, sin invitar a “la socia”, un viaje a Tapapalpa y algo debió de sospechar “la socia” porque cuando yo llegué a visitarlas, el departamento se encontraba a oscuras. Toque varias veces hasta calentarme los nudillos. Toque y toque con insistencia porque imaginaba que alguien estaba ya que se escuchaba música a todo volumen. Toque tantas veces que ya estaba por rendirme cuando se abrió la puerta de par en par y “la socia” me recibió con un grito de entusiasmo: “¡¡¡SOCIO!!!” ven pa´ca. Pásale, pásale. Estamos en plena fiesta. ¡Ven!, te quiero enseñar algo. No era el departamento que yo conocía. Todo estaba en penumbras y escasas veladoras de aroma apenas iluminaban algunos rincones. Había incienso por todas partes, pero ni las velas con el incienso lograban imponerse sobre el tufo a mariguana. Me llevó hasta su, ya transformada, recámara. Había pintado de negro todo el techo y a partir del foco central, dibujó con un delgado pincel un espiral color plata, que al fijar la mirada sobre el, se empezaba a tener la sensación de que el techo respiraba. Máscaras, repisas y cuadros en las dos paredes. La ventana también de luto y en el clóset toda su ropa debidamente acomodada. Me invito a sentarme en un tapete de costal y ella se sentó en otro igual. Respiró profundamente con los ojos cerrados, al tiempo que extendía sus brazos en movimiento circular, exhaló y desde su centro dijo algo que me estremeció: YA LLEGUÉ, ya se puede decir que YA LLEGUÉ. Ya estoy aquí socio. Me tomó tiempo, sin embargo ya podemos decir que mi huella esta completa en este lugar.
Esa declaración silvestre de realización personal hoy la puedo decir también en esta columna: YA LLEGUÉ, me tomo casi año y medio de publicaciones dominicales en el suplemento TU CASA, de esta misma editorial, para llegar aquí. Agradezco a Blanca Rosa haberme abierto las puertas, a Mayra por recibirme aquí y a la dirección por esta nueva ubicación.
Si eres lector recién llegado, eres igual de bienvenido que quienes hasta aquí me han seguido. Hoy se abre este espacio para encontrarnos todos los martes, y si gustas del formato presencial, te espero junto con el resto de la cofradía en el Café Bistro Miró a las 7 de la tarde, como todos los martes, que compartimos y departimos mutua experiencia y temas de vida; y si quieres leer algún artículo pasado, puedes ingresar a http://sobremesa.gnozin.com (hay mas de 60).
Con Dios y contigo: yosoy@gnozin.com

jueves, enero 10, 2008

VESTIDO ENCANTADO

“Oye ogro, fíjate que mi amiga tiene esa “onda” con los ogros”.
Estudiante fresita de internado en película: “Shrek Tercero”


Diciembre de 1992. Graduación de mi hermana Aléteya y su ahora esposo Marco Pablo. Alborozada por comprarse un vestido para la ocasión se le hace buena idea ir a Houston en pos de uno. Marco Pablo, entonces novio y condesciende desde siempre con su modo de pensar, decide recorrer esos buenos 800 kilómetros en carro desde Monterrey para hacerla feliz mientras que yo fui de chaperón.
Hace quince años todavía se viajaba a Estados Unidos a “la antigüita”: sin reservaciones de hotel “on line,” sin MapQuest, Google Earth, teléfono celular a la mano, etc. Recién pasada la frontera, se compraba un mapa del estado en una gasolinera para ver las carreteras y otro de la ciudad para identificar calles y puntos de interés con mayor facilidad, y una vez llegado al destino ignoto, se aterrizaba en alguna cafetería 24 horas para pedir instrucciones a meseras y empleados, al tiempo que usabas la sección amarilla para ubicar nombres de establecimientos de interés... en términos generales, esa era una manera práctica de viajar y así lo hicimos.
Llegamos de noche a una cafetería 24 horas, pedimos indicaciones, revisamos ubicación de hotel y centros comerciales, hicimos nuestro plan de recorrido para encontrar el vestido perseguido y, al siguiente día, después de haber barrido con buena parte de negocios parecidos terminamos comprando en el primer establecimiento que habíamos visitado. Estoicamente y sin hacer gestos Marco Pablo se fletó todo el numerito de ¿cómo se me ve este?, ¿no esta mejor el otro que vimos hace dos tiendas?, ¿me veo muy gorda?, ¿que será mejor: estraple, tirantes, mangas, escote en la espalda...?; en fin, creo que me entiendes... y todo esto sin contar el otro auténtico víacrusis de los zapatos.
El domingo a las 5 de la tarde cerraron el Centro Comercial Galerías e iniciamos nuestro retorno. Marco Pablo encontró un camino que acortaba la distancia a Laredo, Tx. sin tener que pasar por San Antonio usando la hipotenusa del triángulo que se formaba entre Laredo-San Antonio-Houston. Llegamos a la frontera de noche y cenamos pizzas, el carro empezó a dar muestras de indisposición y tuvimos nuestro momento de dudas: ¿Nos vamos a nos quedamos?, ¿y si falla en definitiva a media carretera?. Nos podemos a quedar a dormir aquí y mañana a primera hora nos regresamos ya descansados... esa era la teoría porque al revisar nuestros bolsillos nos quedaron dos opciones: dormir en el carro o llegar a Monterrey con la gasolina que nos quedaba. Nos fuimos por la libre y en medio de una noche invernal: oscura, estrellada y sin nubes, fuimos perdiendo visibilidad: tablero, faros y potencia misma del motor cada vez más débiles por falta de electricidad hasta que 35 kms adelante de Laredo, el carro balbuceó sus últimos eructos de alternador y todo se oscureció. Pese haber sido el tramo de carretera mas costoso en toda latinoamérica, la autopista estaba de moda y nuestro recorrido era el menos transitado. Solo era usado por camiones de carga y trailers. Orillamos el carro como pudimos y exploramos el área en que estábamos: acabamos de pasar un puente sin haberlo visto!, Marco Pablo pudo haberse orillado con la inercia unos metros atrás habiéndonos descarrilado por un despeñadero sin que ahorita estuvieras leyendo estas líneas. Minutos mas tarde un trailer se apiado y orilló, encadenamos el carro para irlo jalando y, a unos minutos de estar avanzando, se soltó una manguera de cierto gas que estaba entre la cabina y la caja. El chofer me pidió que hiciera acrobacias yendo en ese espacio para contener la fuga con una mano y sostenerme con la otra hasta llegar a un restaurante cercano a medio camino: ¡por poco y no aguanto!, el frío a la intemperie, la fatiga de colgarme con un brazo, la inmediatez del mofle con ruido y humo, ademas de estar siendo aplastado con la caja contra la cabina en cada curva fueron sencillamente insoportables. A duras penas llegamos al restaurante “El Oasis” y desencadenamos el carro, el chofer rastreo con radio de frecuencia abierta al trailer mas cercano para que nos diera un raite y este no tardó en arribar. El nuevo transportista no iba propiamente a Monterrey pero tuvo la disposición de llevarnos hasta un pueblito paralelo a esa carretera y de ahí podríamos tomar un camión a casa: así fue, nos dejó en un pueblo fantasmal cuya central camionera era un paupérrimo local de cuarta y que tardó su buen rato el llegar un transporte de paso cuyos desvelados pasajeros traían hasta gallinas en las canaletas de equipaje.
No hubo ruido, molestia ni condición desfavorable para mi agotamiento. Tan pronto me acomodé en el asiento, caí rendido sin noción del tiempo para minutos mas tarde ser abruptamente despertado por mi hermana, que en medio de una histeria colectiva, me decía: “ay que salirnos porque el camión se esta quemando”. El motor estaba en llamas y todo el humo se había filtrado hacia dentro: una nube negra cubría maletas y gallinas y el gentío despertaba al modo que van tronando las palomitas en el microondas.
Tuvimos que esperar a que pasara otro camión que finalmente nos llevaría a Monterrey. Llegamos hasta las 6:00 am y Marco Pablo se regreso por el carro tirado en la carretera.
Hace un par de días platicaba con Aléteya este incidente y ella me recordó otros por el estilo con otros vestidos: el de la graduación de preparatoria estuvo a punto de quedar hecho cenizas al estar colgado de un cortinero que ardió con un chispazo de corriente del aire acondicionado. El de su boda paso a mejor vida de tanto bailar sobre él. Es más, tiene un vestido sin estrenar que lo iba a usar en la boda de Liétay pero ese día Diego decidió nacer (el de la mano mordida por el REX) y Aléteya en vez de ir a la fiesta se fue a parir y su atuendo de embarazada aun espera colgado.
En esas estábamos entre carcajada y carcajada por tanta historia de sus vestido cuando le dije: “Ay hermana, lo que pasa es que tu tienes “esa onda” con los vestidos”... solo espero que dentro de 117 días que es mi boda, no pase nada con tu vestido ni con el de nadie.
Nos vemos el próximo martes en el Sobremesa Café... ya empezamos este año: Muchas gracias a las presentes del Martes pasado... Excelente intercambio.
Con Dios y contigo: Gnozin

sábado, enero 05, 2008

EL EXPERIMENTO

“Mis enemigos preferirían que los refutase en diez tomos que nadie habrá de leer porque no soportan que los ponga en evidencia con un chiste que todo mundo repite en las calles".
Voltaire
Ninguno de sus nietos le dice abuela. Se dirigen hacia ella por la versión corta de su nombre: “Oli”. Así los ha acostumbrado mi madre y así han respondido ellos con obediencia. Unos días antes de su tercer cumpleaños, mi sobrino Nikitis se encontraba platicando con ella. Tendidos a cuerpo de rey en la recámara de mi madre, el niño le estaba explicando esto y aquello; faltaban algunos minutos para que dieran las quince horas, y dispuesto a salir al trabajo me retiro de la habitación cuando ella me llama para darme algunas instrucciones, tuvo que interrumpir un poco su conversación con el nieto; en esas estábamos cuando Nikitis le dice por un lado: Oli, Oli... mi madre seguía con lo suyo, Oli, Oli... y nada... pues de la nada rompe su discurso con un tono de caramelo que le arrebató hasta el aliento diciendo: abuelitttaaaa... mi madre ya no pudo continuar. Todos reímos ante la muestra de sagacidad que nos había exhibido Nikitis con su experimento.
Recién cumplidos los treinta y cuatro años me encontraba en una de mis clases de doctorado en psicoterapia. La maestra que tuvimos en esa ocasión y que se llama Yolanda, es especialista en la SOMBRA de la psique; ese aspecto humano que a la mayoría de las personas nos cuesta trabajo reconocer como propia. Ahí se encuentran en pugna mecanismos tanto de conservación como auto destructivos, pautas de nobleza y vileza. Aspectos tanto sanos como insanos. La maestra se encontraba haciendo una explicación histórica de como han evolucionado algunos conceptos e ideas en la humanidad. Nos comentaba que ella había participado en la liga comunista 23 de septiembre y de como algunos conceptos que hoy damos por sentado han costado sangre a través del tiempo. Profundizó un poco en el tema de la mujer y de como antes no podía ni siquiera aspirar a recibir una educación formal o académica, que la mujer no podía votar, la mujer estaba hecha para tener hijos y cuidar la casa, etc. le tomo alrededor de 15 minutos sin pausas ni treguas en el discurso extender ejemplos acerca de como son las diferencias de hoy y aquellos ayeres. Que ella desde chica ha sido guerrera de la equidad, que antes anduvo arriesgando el pellejo en las trincheras de la rebelión social y que ahora lo practicaba desde las aulas y su consultorio. Por un momento parecía que ya había abandonado del todo el discurso de la equidad de género y de todo el terreno ganado cuando de repente lo retomo, hizo una pausa para permitirnos acomodar los conceptos cuando desde el otro extremo del salón espeté: y a pesar de todos los logros que han tenido en esto y aquello todavía quieren ganar igual que nosotros. Desde luego que lo dije con ironía y en un tono tan descaradamente mordaz que no podía ser tomado en serio. El salón rompió en un sola carcajada. No era la primera vez que yo salía con alguno de mis brotes sarcásticos en medio de alguna disertación filosófica y el grupo había vuelto a festejarme como otras veces. La maestra también se rió y por un instante nuestras miradas se cruzaron. Yo la mire con media sonrisa que encarnaba una satisfacción maliciosa en plenitud y agudizando la mirada asentí con la cabeza, en ese momento ella entendió y calló al grupo. Desde el fondo y en tronido me gritó: Te das cuenta de lo que acabas de hacer?... mmmhhh... una broma, contesté. No!, acabas de destruir en un solo comentario todo lo que yo les había compartido de mi experiencia. En una sola broma echaste por tierra todo mi trabajo... bueno, dije yo; no creo que sea para tanto, después de todo aquí estamos entre puros adultos, cada uno dueño de su opinión. Quizás representamos algún 5% de la población que estudia doctorado. No creo que cualquiera de nosotros se deje influenciar por una inocente broma. Lo estas haciendo de nuevo: estas manipulando al grupo para ser el centro de la atención. Lo haces tan bien y con tu cara de inocente que casi me convences. Te acabo de ver la maldad en la mirada mientras yo también me reía. Es maldad la tuya y a menos que lo reconozcas lo podrás trabajar.
Francamente a mi me parece que nos estamos saliendo de contexto. Tu estabas dando unos ejemplo, quizás yo hice un comentario fuera de lugar que en el algún nivel lógico lograba acomodarse a tu discurso y que por eso mismo resulto gracioso... tu misma te reiste!... pero ahora me estas atribuyendo parentesco con belcebú... entonces, la discusión se puso larga y de mal gusto. Durante todo ese fin de semana fui sujeto de estudio como la maldad personificada. Cada compañero proyectaba e identificaba aspectos destructivos que ellos también tenían... fue en verdad una experiencia reveladora.
El 23 de diciembre llegué a Ciudad Obregón para saludar a la mayor parte de mi familia por parte de mi padre. En la banqueta comentamos el trajín de la carretera y de las interminables colas que tenían que padecer los paisanos que venían desde quien sabe donde a visitar a los suyos hasta quien sabe que destino. Uno de mis primos comentó que ese sería buen tema para la “sobremesa”; de ahí la plática derivó a que algunos primos leen esta columna con asidua diligencia y como otros no. Cada uno compartió con el resto su punto de vista acerca de los paisanos y así salió la última colaboración del año pasado. Al siguiente día y durante el desayuno, uno de mis primos me pregunto que si siempre sí había escrito la columna de los paisanos, le dije que si y me pidieron que les leyera. Estábamos reunidos en círculo alrededor de 10 familiares en el comedor redondo, saqué la computadora y empecé a leer pausado frase por frase para hacer en cada una un énfasis particular de acuerdo a la voz y tono con que los intenté escribir. Todos estaban callados en pasmada atención cuando en medio de una de mis pausas y como en la cuarta frase un tío empezó a imitarme con grandilocuentes tonos e histriónicos movimientos. Hacía gala y mofa recitando lo leído y parafraseando lo dicho dejando en claro que él pudo escribir un artículo mejor. Las carcajadas, como era de esperar, no se hicieron esperar y yo con las quijadas trabadas me acordé de Yolanda. Qué poquito me gustaba probar las cucharadas que yo mismo recetaba. Intenté leer otro renglón y mi tío volvió a interrumpirme con otro regalo de su ingenio. No tenía escapatoria, todos reían y al canto de las carcajadas, mi tío se crecía, al grado de declarar que yo me había amanecido escribiendo esos renglones cuando él en medio desayuno podía hacer otros tantos. Conocía demasiado bien el juego como para seguir exponiéndome, cerré mi computadora y guarde mis cosas. Me dispuse a desayunar y partir hacia Hermosillo con mi hermana mas querida.
Durante el camino mi padre me notó sensible y casi a punto de llegar a Hermosillo me reclamó lo poco tolerante que estaba. Le dije no era mi intención pelear y que sin embargo me sentía muy dolido con mi tío Arturo que se había ganado mi irrespeto con su tortura, que no le dije nada para no poner en marcha un pleito mayor, porque siempre he sabido que es su hermano consentido. Que me daba por ofendido en algo que a mi me importa y que el en medio de todas esas burlas no había mostrado tampoco la mínima lealtad de padre. Después de eso nos mantuvimos en tenso silencio hasta llegar a la casa de mi hermana que al verme y en dos parpadeos me preguntó sin rodeos: ¿qué traes?. Yo le dije, me venia peleando con mi padre en el camino.... no!, eso no es, eso es normal. Ustedes dos no saben viajar sin pelear. Dime, ¿qué traes?. Trae atravesado a tío Arturo dijo mi madre sin pedir permiso. Entonces le explique a Aléteya lo sucedido y al terminar me ofreció una mirada en la que compendiaba amor y ternura. Ay hermano, ¿y por eso te agüitas?, lo que me estas diciendo es que por un momento tuviste toda la atención de los primos y mi tío Arturo, como un niño chiquito, sintió celos y acabó contigo, ¿eso es lo que me estas diciendo?, sí Aléteya, eso es lo que te estoy diciendo y hasta este momento que lo planteas así lo puedo comprender. ¿Ay hermano, y de qué te sirve tanta psicología?

martes, diciembre 25, 2007

ÉXODO

“Por el amor de una rosa, el jardinero es servidor de mil espinas.”
Proverbio Turco

Un ejército de paisanos peregrinos busca regresar al nido. Hinchados de ilusiones atiborran carreteras y veredas alineados como hormigas. Pastorean el prurito de llegar y los contratiempos del recorrido acariciando momento a momento el instante del gran regreso. Han sido largos meses de frío exilio que habrán de compensar con unos días en la tierra que los vio brotar. De buena gana soportan las infames esperas de las interminables colas de casetas en la carretera. Con sus carros repletos de regalos y algunos hasta jalando algún remolque u otro carro con preciada carga de juguetes. Son capaces de turnarse el volante con tal de no parar a descansar y así su duración acortar. Todo esta endulzado por el fulgor de ese primer abrazo a su llegada, a la luz de sus nostalgias. Llegan por bandadas suavizando el reconcomio de ya estar en su casa, ponerse al tanto de lo sucedido, que les cuenten lo que ha pasado en su ausencia y comer de todo lo que tanto añoran en sus madrigueras de oropel. Quieren decirle a los suyos que les ha ido muy bien, que han podido progresar y crecer, que ha valido la pena el esfuerzo y sacrificio de estar lejos del terruño. Quieren nutrirse de hogar, embriagarse de calor, sentir el cariño de los suyos, reírse con los parientes y amigos; visitar gente, caminar por la plazuela, probar los churros, el champurrado, los buñuelos y romper alguna piñata. Disfrutar el encanto de sus viejos días simples en los que lo esencial tenía bajo costo y lo daban por sentado.
¿Porque tanto esfuerzo y sacrificio a cambio de tan poquitos días?. POR AMOR. Por amor muchos que se van trabajan dos jornadas y poder tener dinero que mandar. Con amor transfiguran soportables sus jornadas. Con amor se han convertido en la segunda mayor fuente de ingreso al año del país, estimada en algo así como veinte y seis mil millones de dólares anuales, sin contar lo que se traen y gastan en efectivo el puro mes de diciembre (en un descuido y acarrean mas dólares que el petróleo), semana santa y algunos también el día de las madres. Recibe apoyo el campo, reciben apoyo las pymes, reciben apoyo de diversas formas y maneras las industrias y demás empresas (en rubros como capacitación, consultoría, tecnología, construcción, etc)... ¿qué reciben los paisanos en su camino a casa?. Kilómetros de cola en las casetas de cobro, asaltos, “mordidas” en la frontera y quizás hasta con los federales de caminos.
No hay mayores consideraciones pese a sus fuertes contribuciones. No se les reconoce más allá del discurso político. A nadie se le ocurre allanar su recorrido, facilitar el camino, acortar las esperas de las casetas. ¿cómo es posible que socialmente les paguemos con largas horas de cola en las casetas?. Pierden horas en cada caseta. Horas valiosas de ternura. ¿cómo no se les ocurre a las autoridades hacerles un solo cobro desde la frontera hasta su destino, abrir un carril especial para ellos y brindarles horas extras familiares como un simple reconocimiento a su contribución de riqueza económica de nuestro país?...
Y todavía les decimos: “Bienvenido paisano!”... y de regreso muchos van cargados con su pedazo de tierra en forma de equipales, artesanías, molcajetes, etc. Quieren llevarse la fragancia de casa...
Es momento de decir... buen viaje de regreso paisano... te esperamos el próximo año.
Con Dios y contigo: Gnozin Navarro Barreras